La historia de los albergues para migrantes en México se origina en la primera mitad del siglo XX, cuando el país acogió a grupos de diversas nacionalidades como exiliados o refugiados, quienes recibieron apoyo gubernamental para reconstruir sus vidas.
En la década de los ochenta, iniciativas religiosas como la experiencia de Márquez de Comillas proporcionaron principalmente apoyo eclesiástico. A partir de los años noventa, el gobierno mexicano ha establecido estaciones migratorias y más recientemente, albergues y centros integradores, con el objetivo de enfrentar los retos del tránsito migratorio y la permanencia de solicitantes de asilo que esperan la resolución de su situación en Estados Unidos.
Sin embargo, en la actualidad, los albergues para migrantes en México dependen en gran medida de los esfuerzos de organizaciones de la sociedad civil.
Según el Consejo Nacional de Población (CONAPO), México cuenta con aproximadamente 103 albergues y comedores administrados por organizaciones civiles y la Iglesia católica, que atienden a migrantes retornados o en tránsito.
Estos albergues están repartidos por todo el país, con una alta concentración en áreas con gran afluencia migratoria. Baja California tiene 23 albergues, principalmente en Tijuana y Mexicali; Chiapas cuenta con 13, concentrados en Tapachula; y Sonora dispone de varios, especialmente en Nogales y Agua Prieta.
Estos lugares brindan refugio, alimentos, atención médica y asesoría jurídica a migrantes en situación de vulnerabilidad.
Conscientes de esto, mediante la Cátedra de Investigación Elías Landsmanas Dymensztejn, la Fundación Pablo Landsmanas (FPL), brazo filantrópico de los dueños de Grupo Kosmos, en colaboración con la Casa del Migrante Arcángel Rafael en Iztapalapa, Ciudad de México, implementó durante tres meses un programa piloto para el Modelo de atención a niños, niñas y adolescentes no acompañados, mejorando así los servicios disponibles para los residentes.